Entonces buscaron apresarlo; pero nadie le echó mano, porque aún no había llegado su hora.

En este punto se creó una distracción por la indagación de algunas personas locales que pudieron haber aparecido en la escena en ese momento. Se sorprendieron de la enseñanza de Cristo tan abiertamente. Seguramente era el hombre a quien los principales hombres de la nación habían tratado de matar e incluso entonces planeaban apartar. La inferencia fue que los gobernantes estaban convencidos de la verdad de las afirmaciones de Cristo y estaban reconsiderando su intención de darle muerte.

Pero esta idea, a su vez, es descartada, ya que los balbuceadores continúan expresando su convicción de que conocían el origen de este hombre que estaba enseñando antes que ellos; pero en cuanto al Cristo, el Mesías, había ganado terreno la suposición de que nadie sabría de dónde vendría. Esta idea se debió a un malentendido de algunos pasajes del Antiguo Testamento que se refieren a la eternidad del Mesías y a secciones de la literatura apócrifa que circulaban entre los judíos en esos días.

En este hombre Jesús no vieron nada milagroso. No creían en su poderoso testimonio de su origen celestial, y los milagros que hacía al sanar a los enfermos eran insignificantes a sus ojos. Su posición es compartida por un gran número de críticos modernos, cuya insensatez razón los deja igualmente ciegos. Jesús, en medio de esta excitada babel de voces, deliberadamente clamó en voz alta en este punto, para llamar la atención sobre sí mismo y sus palabras.

Para despertar su interés, Él se pone de su lado. Creyeron saber de dónde era; un poco de ironía desdeñosa. Todas sus ideas acerca del Mesías eran confusas y confusas, y tan tontas eran sus conjeturas en cuanto a Su origen. Deben saber que Jesús no presumió de la misión que ahora está tratando de cumplir. Es en verdad y más allá de toda duda Dios quien lo envió.

Pero de la esencia de este Dios, el Padre celestial, no tenían la menor idea a pesar de toda su jactancia. El que no conoce al Hijo no puede comprender la esencia del Padre. Jesús conoce bien al Padre, porque Él tiene Su ministerio, Su embajador, de Él. Que los judíos saquen esta conclusión de su conocimiento del origen de Cristo de que Él era un profeta autoconstituido y, por lo tanto, no el Mesías, es cometer el mayor error posible en el mundo.

Esta franca declaración volvió a enfurecer a los judíos; trataron de apoderarse de él; sus manos bastante ansiaban ser impuestas sobre él con una furia reinante. Pero fueron detenidos por un poder que les lisió las manos, porque la hora de Jesús aún no había llegado. El tiempo en que Él debería entrar en la gloria de Su Padre por el camino del sufrimiento y la muerte aún no estaba cerca. Los enemigos de Cristo no pueden hacer nada a menos que Dios les dé permiso.

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