Y cualquiera que dé de beber a uno de estos pequeños un vaso de agua fría solamente, en nombre de un discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.

Los apóstoles, los mensajeros de Cristo, son sus representantes. El trato que se les concede es, en ellos, dado a Cristo y, por tanto, a Dios mismo, porque el Maestro y Dios son uno. Pero Él hace la declaración más general. El que recibe, muestra cualquier bondad a un profeta, uno comisionado por Dios para enseñar la verdad de la vida eterna, siempre teniendo en cuenta ese hecho, recibirá la recompensa del profeta de Dios.

Lo mismo se aplica a aquel que muestra un favor similar a cualquier hermano cristiano, a cualquiera de los justos. También recibirá recompensa de misericordia. Y si, en las circunstancias, sólo fuera un trago de agua fría, como una bendición para un viajero sediento, para refrescar a un hermano, un compañero de discípulo u otro que sufre, Cristo afirma con gran énfasis que tal persona lo hará. no estar sin su recompensa.

Cristo habla con gran emoción, es una cuestión que le afecta profundamente, ya que los hombres que envía son sus propios mensajeros, que le serán consagrados íntegramente. Cualquier atención que pueda ayudarlos a hacer la gran obra de proclamar el Evangelio con más alegría no solo encontrará su aprobación, sino que, al final, al menos en el gran día del juicio final, encontrará un reconocimiento que compensará plenamente la bondad, y con mil veces el interés.

Resumen. Cristo encarga a doce de sus discípulos como apóstoles transmitiéndoles poderes milagrosos, dándoles instrucciones en cuanto a vestimenta, equipo, contenido de la predicación, forma de entrada, recepción y rechazo del Evangelio, y exigiendo su perfecta consagración.

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