Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No es así hasta los publicanos?

Ésa es la forma habitual, habitual de tratar en el mundo: las buenas acciones se recompensan con las buenas acciones, las palabras amistosas se dan a cambio de palabras amistosas. Ese es el colmo de la moralidad humana. La palabra "saludo" puede tomarse en su sentido literal, como un mero saludo, porque hasta tanto los judíos negaban a los gentiles. O puede implicar relaciones amistosas y disposición a servir, como se convirtió en aquellos que estaban unidos en una misma confesión.

Fuera de eso no sabían nada, más se negaban a hacer, Juan 4:9 b. Un nivel moral tan bajo no es para los discípulos de Cristo. Espera que se distingan por encima de la moralidad media, que lleven a cabo la ambición de sobresalir, de hecho, que sean superiores a un espíritu caracterizado por la pequeñez y la mezquindad. El último espíritu podía esperarse de los publicanos, los recaudadores de impuestos de Palestina, a quienes no les agradaba mucho por ser los representantes del poder romano y por sus engaños y exacciones.

No es un orgullo y arrogancia fariseos lo que el Señor desea despertar, sino el ferviente deseo de ser elevado por encima de una mera etiqueta habitual, que puede convertirse en la forma más refinada de crueldad. Un hecho significativo: ¡Jesús encuentra algo bueno incluso en los marginados sociales!

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