Feliz es la gente que está en tal caso, cuya condición es tal como aquí se describe; sí, feliz es ese pueblo cuyo Dios es el Señor; porque eso, después de todo, es la bendición más grande, la distinción más alta, que sobrepasa todas las bendiciones meras terrenales, si un pueblo tiene el derecho de llamar a Jehová su Dios, su Padre celestial, elegido por Él como Sus hijos y bendecido con todas las bendiciones espirituales en lugares celestiales en Cristo.

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