un manantial de agua que da vida

Juan 7:32

"El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios". La verdad de ese dicho aparece claramente en la parte anterior de esta sección. Cuando el Señor habló de regresar al Padre, sus oyentes supusieron que se proponía visitar a los judíos de la Dispersión. ¡Pero cuán profundas son estas palabras de promesa para quienes se acercan a él! No se contenta con hablar de un río. Él usa el plural: ríos fluirán de Él.

Agregue corriente a corriente, torrente a torrente, río a río, y éstos apenas bastarán para manifestar la frescura y la abundancia de vida que procederá del alma que antes había estado sedienta de su propio suministro personal.

Cuando nuestro Señor ascendió, recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo, y luego estalló una nueva era en el mundo. La vida del creyente ya no era solo una imitación de la obediencia. Fue el levantamiento y el derramamiento del Espíritu Santo desde adentro. Nos fortalecemos con poder en el hombre interior y Cristo habita en nuestros corazones por la fe. Entonces, no solo somos llenos del Espíritu, sino que es Su ministerio de gracia para la humanidad a través de nosotros lo que hace que el desierto se regocije y florezca.

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