La siguiente profecía en Egipto fue de una protesta ardiente contra la rebelión persistente del pueblo de Dios. El profeta les recordó la paciencia de Dios, y cómo Su ira ya se había derramado sobre Jerusalén, y declaró que el remanente rebelde que había encontrado su camino hacia Egipto sería completamente cortado.

Este mensaje fue respondido por una desafiante y persistente declaración de rebelión, en la que malinterpretaron su propia historia al declarar que todos los males que les habían sucedido eran el resultado de ataques a la idolatría, y deliberadamente declararon su intención de continuar con sus prácticas idólatras.

Esto extrajo de Jeremías su profecía final, en la que respondió a su argumento declarando que sus dolores eran el resultado de su idolatría en lugar de, como afirmaron, el resultado de apartarse de los ídolos. Él predijo el juicio decidido de Dios, diciendo que serían consumidos, sólo un pequeño remanente escaparía de Egipto; y terminó anunciando que la señal de Jehová para ellos sería la derrota de Faraón-Ofra, y su entrega a los que buscaran su vida.

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