Nuestro Señor pasó de las horas sagradas de enseñanza y oración a los actos finales de Su poderosa obra. Esto lo llevó a Getsemaní, donde tenemos una revelación de Su majestad y Su mansedumbre. Permitió ser apresado, atado y llevado, y así pasó a la corte de los sumos sacerdotes.

En todos los anales de los crímenes humanos no hay nada más absolutamente degradado y despreciable que el procedimiento de lo que se llama su juicio ante ellos. Incapaces de lidiar con la situación, lo enviaron a Pilato, y una vez más tenemos la asombrosa historia de la majestad y dignidad de su trato con este 'representante del poder romano'. Es bastante evidente que Pilato hubiera preferido soltar a Jesús.

Fue durante este período que Pedro llegó a la plena conciencia de su espantosa debilidad, tal como le había sido declarado por su Maestro. Bajo la presión de la hora, pronunció la triple negación. Observe atentamente cómo en este momento de finalidad y su fracaso no fue abandonado.

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