Este capítulo nos registra las palabras de nuestro Señor dirigidas a Su Padre. En el primer movimiento se trataba estrictamente y sólo de las relaciones entre Él y el Padre, refiriéndose a una gloria pasada y anticipando la gloria venidera, primero la resultante de la Cruz, y luego el retorno a la que había sido abandonada.

En la segunda sección, le habló a su Padre de su relación con los hombres que lo rodeaban inmediatamente en ese momento. Su oración por ellos no fue indiferente para el mundo, aunque en ese momento oró no por el mundo, sino por estos hombres como el instrumento por el cual llegaría al mundo. Por ellos pidió que se les guardara del mal que hay en el mundo, y que con este fin sean santificados en la verdad.

Estos hombres ya no pertenecían al mundo en su degradación, pero sí le pertenecían para su salvación. Esto lo indicó cuando dijo: "Como tú me enviaste al mundo, así también yo los envío al mundo".

Finalmente, dijo: "Ni por éstos solo oro, sino también por los que creen en mí por la palabra de ellos". Así miró y oró por el mundo. Por tanto, oró para que pudieran ser uno. Las palabras finales de esta oración de intercesión revelan el propósito final de nuestro Señor para la Iglesia. Es para que todos los suyos estén con él. La primera aplicación, sin duda, es a Su Cruz, con Él en su comunión; y el último inevitablemente a la gloria, con Él en la gloria que vendrá.

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