Se reanuda ahora la enseñanza en parábolas a la multitud, y se dan dos ejemplos más, los de la semilla que crece secretamente y la semilla de mostaza. El primero es peculiar de Mk. Loisy lo interpreta así: El reino de Dios es también una siembra cuyo crecimiento inevitable es independiente de la voluntad de los hombres e incluso de la voluntad del sembrador. Como el obrero, Jesús siembra el reino predicando el evangelio: no es su obra traer la mies, i.

mi. la venida completa del reino, y uno no debe impacientarse si su venida no sigue de inmediato: eso es asunto de Dios. No obstante, es seguro que la cosecha llegará sin demora. Ésta es la línea de interpretación correcta; el énfasis no recae en el carácter gradual del crecimiento, sino en su independencia de la voluntad y el deseo humanos una vez que el hombre ha hecho su parte. En la semilla de mostaza, la atención se dirige a la inmensa diferencia entre los comienzos del reino y su consumación.

Debemos notar que todas estas parábolas implican que el reino ya está presente en germen a través de la actividad de Jesús mismo. También son característicos de la sencillez y naturalidad de las ilustraciones utilizadas por Jesús.

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