Y dijo: Así es el reino de Dios, como si un hombre echase semilla en la tierra. Esta es otra parábola, distinta de la del sembrador , que la precede. Ambos, sin embargo, se toman de la semilla , pero se aplican y explican de manera diferente. Además, por la semilla , como SS. Crisóstomo y Beda explican acertadamente, tanto aquí como en S. Mateo 13 , que se entiende doctrina evangélica.

Por el campo, oyentes ; por la cosecha se entiende el fin del mundo , o la muerte de cada uno. versión 27 . Y debe dormir , es decir, el sembrador, y levantarse, de noche y de día, y la semilla debe brotar y crecer sin que él sepa. Algunos refieren las palabras levantarse de noche y de día a la semilla; es decir, que la semilla debe germinar, no sabe cómo, es decir, como un hombre dormido.

Más obviamente, S. Crisóstomo, Teofilacto, Maldonato y otros refieren las palabras al sembrador , de modo que la noche pertenece a la palabra dormir, el día a la palabra levantarse. El significado es, como el labrador que ha sembrado duerme ociosamente en la noche, y está empleado en varias ocupaciones durante el día, y no piensa en la semilla, esa semilla está germinando por su propia fuerza innata, y está creciendo mientras la semilla crece. el labrador no lo sabe.

Así también echa primero hierba, luego espiga, y después grano lleno en la espiga. Así, también, de la misma manera es la doctrina y la predicación del Evangelio. Fueron sembrados por Cristo y Sus Apóstoles, es decir, fueron predicados desde pequeños comienzos. Pero poco a poco crecieron insensiblemente hasta convertirse en las cosechas maduras y abundantes de los fieles, mientras Cristo dormía en el cielo y permitía que los judíos, las naciones incrédulas y los tiranos se levantaran contra sus apóstoles, los persiguieran y los mataran.

Crece, digo, y se propaga gradualmente, hasta que llena el mundo, cuando, estando madura la cosecha , el grano, es decir , los elegidos, serán recogidos en el granero del cielo.

Por esta parábola, pues, se significa el poder del Evangelio, que poco a poco ha penetrado en todo el mundo, y lo está convirtiendo a Cristo. Tácitamente, también, se da a entender que los predicadores del Evangelio no deben gloriarse en su predicación, como si con ella estuvieran convirtiendo al mundo. Porque, como dice el Apóstol: "Ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento" (1 Co 3, 7).

Cristo insinúa además que los predicadores no deben abatirse si ven frutos pequeños y tardíos de su predicación, porque Dios, por los pocos convertidos por ellos, convertirá gradualmente a muchos más. Así Santiago, por medio de siete, o como dicen algunos, por nueve, que convirtió en España, convirtió a toda la patria.

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