1 Corintios 15:34

¿Quiénes son, pues, estos discípulos corintios, que no tienen ni siquiera el conocimiento de Dios? Claramente, nuestro Apóstol no los acusa aquí de ignorancia, sino de alguna falta de la iluminación Divina que debería, si son verdaderos discípulos, estar en ellos. Ciertamente conocen a Dios de la manera tradicional y meramente cognitiva.

I. Comprenderemos mejor el punto asumido en este juicio político si planteamos la distinción entre conocer a Dios y conocer a Dios. Sin duda, es mucho saber acerca de Dios acerca de sus operaciones, sus obras, sus planes, sus leyes, su verdad, sus atributos perfectos, sus misericordias salvadoras. Este tipo de conocimiento se presupone en toda fe y constituye el fundamento racional de la fe, y hasta ahora es necesario incluso para la salvación.

Pero la fe verdadera descubre otra clase de conocimiento más absoluto: el conocimiento de Dios mismo; conocimiento personal e inmediato, que no surge de ningún informe o declaración, o de cualquier cosa que se llame verdad, como si se enseñara en el lenguaje. Es conocer a Dios en nuestro interior, como nos conocemos a nosotros mismos.

II. Tenemos cada uno dos tipos de conocimientos relacionados con nosotros mismos. Uno es lo que sabemos mediatamente sobre nosotros mismos, a través del lenguaje, y otro lo que tenemos inmediatamente como conscientes de nosotros mismos. En el primero aprendemos quiénes eran nuestros padres y qué piensan los demás de nosotros, qué efectos tiene el mundo en nosotros, qué poder tenemos sobre él y qué se cree que es la ciencia, puede ser, de nuestra naturaleza como inteligente. ser.

Bajo el segundo tenemos un conocimiento de nosotros mismos tan inmediato, que no hay lenguaje en él, ningún pensamiento, ningún acto de juicio u opinión; simplemente tenemos un sentimiento de nosotros mismos que es intuitivo y directo. Ahora, fuimos hechos para tener primero un conocimiento tan inmediato de Dios como de nosotros mismos, para ser conscientes de Dios, solo que esta conciencia de Dios ha sido cerrada por nuestro pecado, y ahora está abierta por nuestra fe; y esto es exactamente lo que distingue a toda alma iluminada por el Espíritu y nacida de Dios.

III. Pero hay una objeción a este modo de concebir la experiencia santa como implicando un descubrimiento inmediato de Dios. Según este punto de vista, preguntarán algunos, ¿de qué sirve una Biblia o una revelación externa? ¿De qué sirve la encarnación misma? ¿No son estos avances en nuestro conocimiento externo reemplazados e inútiles cuando concebimos que Dios se ofrece al conocimiento y la experiencia inmediatos? En un punto de vista lo son y en otro no.

¿De ello se sigue que, debido a que tenemos un conocimiento inmediato del calor, no tenemos ningún uso para la doctrina científica del calor, o las leyes por las que se expone? Supongamos que forma parte de nuestro interés en este artículo de calor que seamos capaces de generar más, o utilizarlo de manera diferente y con mejor economía. Hasta ahora tenemos utilidad en conocer el calor, así como en conocer el calor. De la misma manera, es de inmensa importancia conocer todo lo posible acerca de Dios, para que podamos descubrir de la manera más perfecta cómo conocer a Dios.

H. Bushnell, Sermones sobre sujetos vivos, pág. 114.

Referencias: 1 Corintios 15:34 . Homilista, segunda serie, vol. ii., pág. 81. 1 Corintios 15:35 . Ibíd., Tercera serie, vol. i., pág. 28; WJ Woods, Christian World Pulpit, vol. x., pág. 398; WJ Keay, Ibíd., Vol. xvii., pág. 213.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad