Efesios 3:1 .

La gracia dada a Pablo.

El entusiasmo con el que el Apóstol habla de predicar el Evangelio a los paganos es contagioso. Sus palabras arden en la página y nuestros corazones se encienden al leerlas. ¿Cuál fue el secreto de este júbilo en el Evangelio y en su comisión de dar a conocer el Evangelio a toda la humanidad? La cuestión es amplia, pero el contenido de esta epístola arroja considerable luz sobre ella.

I. Pablo tenía un vivo interés intelectual en el evangelio cristiano. Para él fue una verdadera revelación de las verdades más maravillosas y sorprendentes acerca de Dios y las relaciones de Dios con la raza humana. Exhortó sus facultades intelectuales a la actividad más enérgica; nunca perdió su frescura; nunca se agotó. Creo que en todos los grandes movimientos de reforma religiosa que han elevado permanentemente la vida de la cristiandad ha habido un renovado interés intelectual por la revelación cristiana.

Y si en el momento actual la vida religiosa de la Iglesia es lánguida, y si en sus empresas hay poca audacia o vehemencia, una explicación parcial se encuentra en el declive del interés intelectual por los contenidos de la fe cristiana que ha caracterizó los últimos ciento o ciento cincuenta años de nuestra historia.

II. El corazón y la imaginación de Pablo se llenaron de las infinitas y eternas bendiciones que fueron la herencia de la raza humana en Cristo. Para el pecado humano estaba el perdón divino; para la debilidad humana en sus frustrados intentos de emanciparse de la tiranía de las malas pasiones y los malos hábitos, estaba la redención divina. Pablo creía en las inescrutables riquezas de Cristo. Nunca recuperaremos su entusiasmo mientras nos detengamos principalmente en los beneficios externos e incidentales que siguen a la aceptación del Evangelio cristiano.

RW Dale, Lectures on the Efesios, pág. 220.

Referencias: Efesios 3:1 . Homiletic Quarterly, vol. i., pág. 203. Efesios 3:3 ; Efesios 3:4 . H. Wace, Contemporary Pulpit, vol. iii., pág. 45. Efesios 3:3 . C. Kingsley, Town and Country Sermons , pág. 438.

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