Génesis 2:10

Se ha intentado averiguar de qué ríos habla aquí Moisés y dónde se encuentran. Pero la descripción en Génesis tenía la intención de desconcertar y desafiar cualquier identificación geográfica. El paraíso nunca estuvo destinado a ser pisoteado por los pies de aquellos que viajan por placer o escriben para obtener ganancias. No hay río en la tierra que se divida en cuatro cabezas. ¿Son estas palabras, entonces, pero solemnemente jugando con la curiosidad natural del hombre, fingiendo decirle algo, pero realmente sin decir nada? ¿Qué nos enseña esta mezcla de lo sencillo y práctico con lo imposible (geográficamente hablando)?

I. Nos enseñan por una parábola muy simple que el Paraíso es real, muy real; que está íntimamente relacionado con las realidades terrenales, pero que no debe realizarse en la tierra, no debe ser descubierto por el conocimiento mundano o heredado por la carne y la sangre.

II. Los mitos de las naciones, enredados con falsas ideas de cosmogonía, se rompen contra los duros hechos de la tradición moderna: el registro del Génesis, liberándose de una geografía meramente terrenal, conserva su enseñanza espiritual y su consuelo para todas las generaciones. Para el cristiano simple, esta región es muy real y muy clara: es su propia herencia en Cristo, no, de hecho, para ser buscada en esta tierra, sino esperada en ese mundo mejor.

R. Winterbotham, Sermones y exposiciones, pág. 1.

Referencia: Génesis 2:10 . Expositor, tercera serie, vol. vp 201.

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