Hebreos 4:1

Miedo y Descanso.

I. El hombre mundano ni teme ni ama a Dios. A veces se imagina que ama a Dios, porque no tiene miedo, porque no está atemorizado por la santa majestad de Dios, y no tiembla ante la justa condenación de la ley. El alma despierta y convencida del pecado teme a Dios. Este miedo, creado por el Espíritu, tiene ya, aunque ocultos y débiles, elementos de confianza y afecto. Hay en ella, como en el arrepentimiento, un anhelo por la paz de Dios, un deseo de estar en armonía y comunión con Él. Hay en este temor, aunque el temor y la ansiedad por uno mismo pueden predominar, reverencia, convicción de pecado, tristeza, oración.

II. Es porque conocemos al Padre, es porque somos redimidos por la sangre preciosa del Salvador, es como hijos de Dios y como santos de Cristo, que debemos pasar nuestro peregrinaje terrenal con temor. Este no es el miedo a la servidumbre, sino el miedo a la adopción; no el temor que teme a la condenación, sino el temor de los que son salvos, ya quienes Cristo hizo libres.

III. El creyente descansa, ahora en la tierra y luego en la gloria. Descansando en Cristo, trabaja para entrar en el perfecto descanso de la eternidad. Disfrutamos del descanso en Cristo por fe. Pero el disfrute perfecto del descanso está todavía en el futuro. Queda un sabático para el pueblo de Dios. Los creyentes entrarán en reposo después de su peregrinaje, trabajo y conflicto terrenales, y toda la creación participará de la libertad y el gozo de los hijos de Dios.

La sustancia y el anticipo de este reposo lo tenemos incluso ahora en Cristo. Pero así como Cristo ha entrado en la gloria, así debemos ser glorificados junto con él en su venida. Entonces quedará perfectamente satisfecho el gran y profundamente arraigado anhelo de descanso de nuestro corazón.

A. Saphir, Conferencias expositivas sobre los hebreos, vol. i., pág. 209.

Referencias: Hebreos 4:1 . Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 315; Homiletic Quarterly, vol. i., pág. 459. Hebreos 4:2 . Expositor, primera serie, vol. vii., pág. 205; Obispo Jackson, Christian World Pulpit, vol. I.

, pag. 497. Hebreos 4:3 . Spurgeon, Sermons, vol. xv., núm. 866; Homilista, primera serie, vol. v., pág. 38. Hebreos 4:5 . Homiletic Quarterly, vol. i., pág. 112.

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