Juan 12:10

Aquí se sugieren dos preguntas: ¿Qué fue en Jesucristo que conmovió tan profundamente la enemistad de los fariseos? ¿Y qué había en Jesucristo que hizo verdad en algún sentido, que el mundo se había ido tras él?

I. Los fariseos deberían haber examinado la comisión de Cristo, como (en cierto sentido) parecen haber examinado la de su precursor el Bautista. Pero la diferencia entre el mensaje de Juan y el mensaje de Jesús era precisamente lo que marcaba la diferencia entre lo creíble y lo increíble para ellos. Los fariseos y saduceos, leemos, se sometieron al bautismo de Juan; su clamor fue por el arrepentimiento, por los pecados cometidos bajo la ley; no había ningún anuncio directo, hasta ahora, de una justicia completamente diferente.

Con Cristo fue de otra manera, "Vine", dijo, "no para destruir, sino para cumplir", pero la cosa "cumplida" no admite más llenado; y el fariseo percibió correctamente que de ahora en adelante era sistema contra sistema, ley contra evangelio, mérito contra gracia, una justicia de abajo contra una justicia de arriba. Lo vieron y se pusieron de su lado.

II. ¿Por qué el mundo persigue a Cristo? Cual es la atraccion? Tocaremos brevemente tres puntos. (1) La primera es la realidad. Podemos jugar con Cristo, pero Cristo nunca juega con nosotros. Esto es lo que hizo que la gente común lo escuchara con alegría. Es tan diferente del fariseo; del hombre cuyo rostro te dice que nunca ha tenido una lucha, y que dormirá tan profundamente si lo oyes como si te abstienes.

"¿Veis cómo no vencen nada? He aquí, el mundo se ha ido en pos de él". (2) Su falta de mundo. Nadie piensa mejor de un maestro religioso por ser mundano. Este es un gran error, aunque común. El último hombre al que los hombres mundanos, príncipes o campesinos, buscarán en la extremidad de su alma, es el médico que es la mitad de este mundo; ninguna cabaña ni casucha es demasiado mala para ellos, si es que pueden encontrar en ella a un hombre que viva sólo por la eternidad.

(3) Su maravilloso amor. Era tan nuevo para los publicanos y los pecadores que ahora es tan nuevo para ellos ser tratados con amor. Sobre todo, este amor se siente cuando la carne y el corazón se separan. Muy peculiar es esa última hora en su desamparo, en su dependencia, en su clarividencia y en su confianza. Ciertamente, ningún fariseo vale nada más que el lecho de muerte.

CJ Vaughan, Temple Sermons, pág. 257.

Referencias: Juan 12:20 . T. Gasquoine, Christian World Pulpit, vol. viii., pág. 24. Juan 12:20 . S. Cox, Exposiciones, segunda serie, pág. 244.

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