Romanos 6:8

I. La base del sentimiento del Apóstol aquí es la muerte de Cristo. La muerte de Cristo es un hecho. Cristo murió por nuestros pecados. El Calvario, sus asociaciones, su maravilloso misterio y bienaventuranza, estaban presentes en la mente del Apóstol; y, por progresivo que sea espiritualmente su punto de vista, nunca perdió de vista lo que sucedió en Jerusalén, nunca perdió de vista al Señor en Su crucifixión y resurrección. En la muerte de Cristo, se podría decir que murió al pecado tanto como por él, porque había terminado con el pecado.

II. En segundo lugar, con esta base de la historia, encontramos que también hay una base de profecía, aquí está implícita, al menos en el respeto a Cristo y su pueblo. Pablo vio un gran futuro para Cristo y la Iglesia. "Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él". En el capítulo octavo de esta epístola tenemos el estallido de la música, pero en el capítulo sexto tenemos el trasfondo en la misma tensión; porque dice: "Si morimos en Cristo, creemos que también viviremos con Él", y el capítulo octavo no es más que la expansión y el desarrollo de esa sublime idea. Por tanto, hay una base tanto de profecía como de historia.

III. Nótese el uso que el Apóstol hace del pasado y del futuro en referencia a su vida espiritual. Se fija en el hecho histórico de que Cristo murió, y murió por nuestros pecados, y no lo dejará pasar ni por un instante. Pero lo espiritualiza y muestra su relación con su experiencia diaria. Él enseña que entre nosotros y Cristo hay una identificación y simpatía, a través de la cual nos sentimos como Él y actuamos como Él, y nos hacemos uno con Él, imitando Su ejemplo y conformándonos a Su imagen y Su tipo de vida, de un poder moral que fluye de Su muerte a nuestra vida.

Hay una muerte al pecado en el caso de todos los verdaderos creyentes, a través de su unión por fe con Cristo, quien murió hace tantos años. Así también, San Pablo hace de la resurrección de Cristo un poder moral en nosotros, para que resucitemos de la muerte del pecado a la vida de justicia.

J. Stoughton, Penny Pulpit, No. 637, nueva serie.

Referencias: Romanos 6:8 . Spurgeon, Sermons, vol. ix., nº 503; G. Calthrop, Palabras a mis amigos, pág. 120; Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 83.

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