Santiago 1:26

El freno de la lengua.

Considere la gran clase de pecados a los que una lengua desenfrenada nos hace responsables.

I. Uno de los usos más comunes de la lengua humana es el de mentir, y los mentirosos se encuentran entre aquellos a quienes está especialmente reservada la negrura de las tinieblas para siempre; de hecho, es el pecado primordial del diablo. "Es un mentiroso", dijo el Señor, "y su padre". Con ciertas condiciones, se piensa poco en el engaño y, por lo tanto, puede permitirse fácilmente sin alarmar mucho a un hombre que parece ser religioso y que, tal vez, todavía está engañando a su propio corazón.

Las lenguas de todos los que profesan ser cristianos no están tan refrenadas como para guiarlos por el estrecho sendero de la sinceridad; y aunque la mentira en sus formas burdas puede ser descartada por la sociedad respetable, la veracidad pura y sin adulterar no siempre se deja atrás.

II. Así en el caso de la blasfemia y el juramento profano. Estos también son pecados de la lengua, que en sus formas más toscas y repugnantes son expulsados ​​de la compañía decente; y, sin embargo, puede haber formas más leves del mismo tipo de pecado, que pueden cometerse con mucha más facilidad, y con respecto a las cuales el manejo adecuado de la lengua puede ser un asunto digno de consideración de muchos que podrían imaginarse que tal ellos necesitan precaución.

La calumnia es otro pecado que puede evitarse refrenando la lengua. El manejo de la lengua no es, por supuesto, la única virtud cristiana, pero es un deber sencillo, manifiesto y práctico, una omisión de realizar que de inmediato pone el sello de falsedad en la religión de un hombre. Una lengua rebelde, una lengua envidiosa, una lengua mentirosa, son todas indicaciones de que algo está podrido en el corazón del sistema religioso de un hombre; y hasta que no haya puesto freno a su lengua y la haya sometido a la ley de Cristo, no puede haber esperanza de que la religión de ese hombre sea tal como Dios puede aprobar.

Harvey Goodwin, Parish Sermons, vol. iii., pág. 319.

Referencia: Santiago 1:26 . J. Keble, Sermones desde la Pascua hasta la Ascensión, p. 416.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad