(18) Si alguno de vosotros parece ser religioso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión de este hombre [es] vana.

(18) La tercera advertencia: la palabra de Dios establece una regla no solo para hacer el bien, sino también para hablar bien.

(y) La fuente de todo balbuceo, maldición e insolencia es esta: que los hombres no se conocen a sí mismos.

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