No temas cuando uno se enriquece, cuando aumenta la gloria de su casa.

Con las manos vacías partimos

Recuerdo una leyenda oriental que siempre pensé que proporcionaba un comentario notable sobre estas palabras del salmista. Alejandro el Grande, se nos dice, estando en su lecho de muerte, ordenó que cuando fuera llevado a la tumba sus manos no debían ser envueltas, como era habitual, en la tela de seda, sino que debían dejarse afuera, para que todos pudieran verlos y ver que estaban vacíos; que él, el poseedor mientras vivió de dos mundos - del Este y del Oeste - y de los tesoros de ambos, pero ahora, cuando estaba muerto, no podía retener la menor porción de estos tesoros. ( Arzobispo Trench. )

Un dolor de arena

Se cuenta la historia de un niño llorando a la orilla del mar, y cuando mamá le preguntó a la enfermera el motivo, su respuesta fue: "Por favor, señora, es porque no puede traer a casa los agujeros que ha hecho en la arena".

“Cuántos lloran porque no pueden llevar
a su último hogar los muchos agujeros que hacen”.

Habrá que dejar atrás las minas de riqueza más profundas. No podemos llevarnos pozos de alegría terrenal. ¿Has enterrado tu talento? Tendrás que dejarlo.

Salmo 50:1

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