El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado es la ley.

Ver. 56. El aguijón de la muerte es el pecado ] Cristo, teniendo la muerte sin aguijón, y como si fuera desarmada, ahora podemos ponerla con seguridad en nuestro pecho, como lo haríamos con una serpiente a la que se le saca el aguijón. Si nos dispara ahora un aguijón, no es más que un aguijón encantado, como lo fue el de las serpientes hechiceras. Puede zumbar en nuestros oídos, como una abeja zángano; pero no puede picarnos. Cristo, como no quitó el pecado mismo, sino la culpa del pecado; así que no la muerte misma, sino el aguijón de la muerte.

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