¿Puedes atar las dulces influencias de las Pléyades o desatar las ataduras de Orión?

Ver. 31. ¿Puedes unir las dulces influencias de las Pléyades ] Es decir, refrenar el placer de la primavera, o mitigar la dureza del invierno, ese lugar frío e incómodo? No hay nadie aparte de Dios que pueda prohibir que las flores broten en primavera o hacer que florezcan en invierno. Las Pléyades (también llamadas Virgiliae y las gallinas, a verni temporis significatione ) son las siete estrellas al final de Aries.

En hebreo se les llama Chimah, o Chamah, amar ardientemente, debido al compañerismo y al trabajo conjunto que aparece en ellos. Todos tienen un nombre, porque todos se ayudan unos a otros en la obra, que es traer la primavera; y como siete hermanas o amantes, así están unidas en una constelación y en una compañía. Vemos, dice uno, que Dios hará que las obras más dulces de la naturaleza sean perfeccionadas mediante la ayuda mutua. La mejor época del año llega con estas Pléyades, y la mejor época de nuestra vida llega cuando entramos en el verdadero amor y la comunión.

¿O desatar las ataduras de Orión? ] Que es una constelación que surge al comienzo del invierno, y arrastra tras él un mal tiempo como con bandas; nadie puede desatarlos, porque el invierno nunca se pudre en el aire (como dice el proverbio), ni conviene que debiera, porque es de gran utilidad para ablandar la tierra, matar gusanos y malas hierbas, etc. Tampoco puede venir la primavera con bondad hasta que Orión haya preparado el camino, Nimbosus Orion (Virg.

), παρα το ορινειν, turbare et concitare. Dios hará que suframos antes de que reinemos. La palabra Cesil aquí usada significa en el caldeo para perfeccionar; porque, dice uno, al sufrir y ofrecernos violencia entramos en la perfección, Lucas 13:32 . Si queremos tener un agradable manantial de gracia en nuestros corazones, primero debemos tener un invierno intenso.

El espíritu de mortificación debe ser como la fría constelación de Orión, para cortar nuestros rápidos movimientos en la cabeza, y para atar todos nuestros deseos inmundos y deseos ardientes, para que no se muevan en nosotros; ya menos que hagamos esto, las delicias de las Pléyades, o las siete estrellas del consuelo, nunca se nos aparecerán.

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