10-15 Los buenos propósitos son como los capullos y las flores, agradables de contemplar, y dan esperanzas de buenos frutos; pero se pierden, y no significan nada sin las buenas obras. Los buenos comienzos son buenos, pero perdemos el beneficio si no hay perseverancia. Cuando los hombres se proponen lo que es bueno, y se esfuerzan, según su capacidad, por realizarlo también, Dios no los rechazará por lo que no está en su poder hacer. Pero esta escritura no justificará a los que piensan que las buenas intenciones son suficientes, o que los buenos propósitos, y la mera profesión de una mente dispuesta, son suficientes para salvar. La Providencia da a algunos más de las cosas buenas de este mundo, y a otros menos, para que los que tienen abundancia puedan suplir a otros que están en necesidad. Es la voluntad de Dios que, al abastecernos mutuamente, haya una especie de igualdad; no una nivelación tal que destruya la propiedad, pues en tal caso no podría haber ejercicio de la caridad. Todos deben pensar en aliviar a los necesitados. Así lo demuestra la recolección y distribución del maná en el desierto, Éxodo 16:18. Los que tienen la mayor parte de este mundo, no tienen más que comida y vestimenta; y aquellos que tienen muy poco de este mundo, rara vez están sin ellos.

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