1-8 El profeta debía representar el asedio de Jerusalén por medio de signos. Debía permanecer acostado sobre su lado izquierdo durante varios días, supuestamente igual a los años desde el establecimiento de la idolatría. Todo lo que el profeta presenta ante los hijos de su pueblo, sobre la destrucción de Jerusalén, es mostrar que el pecado es la causa provocadora de la ruina de esa ciudad que alguna vez floreció.

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