28-31 La historia así explicada se aplica. Así pues, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre. Si los privilegios de todos los creyentes fueran tan grandes, según el nuevo pacto, ¡qué absurdo que los gentiles convertidos estuvieran bajo esa ley, que no podía librar a los judíos incrédulos de la esclavitud o la condenación! No habríamos descubierto esta alegoría en la historia de Sara y Agar, si no se nos hubiera mostrado, pero no podemos dudar de que el Espíritu Santo lo pretendía. Es una explicación del tema, no un argumento para probarlo. Los dos pactos de las obras y la gracia, y de los profesores legales y evangélicos, están ensombrecidos. Las obras y los frutos producidos por la propia fuerza del hombre son legales. Pero si surgen de la fe en Cristo, son evangélicos. El espíritu del primer pacto es de esclavitud al pecado y a la muerte. El segundo espíritu del pacto es de libertad; no de libertad para pecar, sino en y para el deber. El primero es un espíritu de persecución; el segundo es un espíritu de amor. Que se fijen en él los profesores que tienen un espíritu violento, duro e imponente hacia el pueblo de Dios. Sin embargo, así como Abraham se desvió hacia Agar, es posible que un creyente se desvíe en algunas cosas hacia el pacto de obras, cuando por la incredulidad y el descuido de la promesa actúa de acuerdo con la ley, en su propia fuerza; o en una forma de violencia, no de amor, hacia los hermanos. Sin embargo, no es su manera de actuar, ni su espíritu, por lo que nunca estará tranquilo hasta que vuelva a depender de Cristo. Apoyemos nuestras almas en las Escrituras, y mediante una esperanza evangélica y una obediencia alegre, mostremos que nuestra conversación y nuestro tesoro están realmente en el cielo.

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