22-24 Dios le ordenó al hombre salir; le dijo que ya no debería ocupar y disfrutar ese jardín: pero al hombre le gustaba el lugar y no estaba dispuesto a dejarlo, por lo tanto, Dios lo hizo salir. Esto significó el cierre de él, y toda su raza culpable, de esa comunión con Dios, que era la dicha y la gloria del paraíso. Pero el hombre solo fue enviado a la tierra de donde fue tomado. Fue enviado a un lugar de trabajo, no a un lugar de tormento. Nuestros primeros padres fueron excluidos de los privilegios de su estado de inocencia, pero no se les dejó desesperados. El camino al árbol de la vida estaba cerrado. En adelante fue en vano para él y para él esperar justicia, vida y felicidad, por el pacto de obras; porque el mandato de que ese pacto se rompa, la maldición del mismo está en plena vigencia: todos somos deshechos, si somos juzgados por ese pacto. Dios le reveló esto a Adán, no para llevarlo a la desesperación, sino para alentarlo a buscar la vida y la felicidad en la Semilla prometida, por quien se nos abre un nuevo y vivo camino hacia lo más sagrado.

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