1-10 Los privilegios que tenemos bajo el evangelio, son mayores que los que teníamos bajo la ley de Moisés, aunque el mismo evangelio en cuanto a la sustancia fue predicado bajo ambos testamentos. En todas las épocas ha habido muchos oyentes inútiles; y la incredulidad es la raíz de toda falta de fruto bajo la palabra. La fe en el oyente es la vida de la palabra. Pero es una consecuencia dolorosa de la negligencia parcial, y de una profesión floja y vacilante, que a menudo hacen que los hombres parezcan quedarse cortos. Pongamos, pues, diligencia, para tener una clara entrada en el reino de Dios. Así como Dios terminó su obra, y luego descansó de ella, así hará que los que creen terminen su obra, y luego disfruten de su descanso. Es evidente que al pueblo de Dios le queda un sábado más espiritual y excelente que el del séptimo día, o el que Josué llevó a los judíos. Este reposo es un reposo de gracia, de consuelo y de santidad, en el estado evangélico. Y un descanso en la gloria, donde el pueblo de Dios disfrutará del fin de su fe, y del objeto de todos sus deseos. El descanso, o sabatismo, que es el objeto del razonamiento del apóstol, y en cuanto al cual concluye que queda por disfrutar, es sin duda el descanso celestial, que le queda al pueblo de Dios, y se opone a un estado de trabajo y problemas en este mundo. Es el descanso que obtendrán cuando el Señor Jesús aparezca desde el cielo. Pero los que no creen, nunca entrarán en este descanso espiritual, ni de gracia aquí ni de gloria en el más allá. Dios siempre ha declarado que el descanso del hombre está en él, y que su amor es la única felicidad real del alma; y que la fe en sus promesas, por medio de su Hijo, es el único modo de entrar en ese descanso.

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