15-26 La gran cosa que los apóstoles debían atestiguar al mundo era la resurrección de Cristo, pues era la gran prueba de que era el Mesías y el fundamento de nuestra esperanza en él. Los apóstoles fueron ordenados, no para la dignidad y el dominio mundanos, sino para predicar a Cristo y el poder de su resurrección. Se hizo un llamamiento a Dios: "Tú, Señor, que conoces los corazones de todos los hombres", cosa que nosotros no sabemos, y mejor que ellos mismos. Es conveniente que Dios elija a sus propios siervos; y en la medida en que él, por las disposiciones de su providencia, o por los dones de su Espíritu, muestre a quiénes fueron elegidos, o lo que ha elegido para nosotros, debemos sumarnos a su voluntad. Reconozcamos su mano en la determinación de todo lo que nos acontece, especialmente en aquellos por los que se nos puede confiar.

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