22-36 A partir de este don del Espíritu Santo, Pedro les predica a Jesús: y aquí está la historia de Cristo. Aquí hay un relato de su muerte y sufrimientos, que ellos presenciaron sólo unas semanas antes. Su muerte es considerada como un acto de Dios; y de maravillosa gracia y sabiduría. Así, la justicia divina debía ser satisfecha, Dios y el hombre reunidos de nuevo, y Cristo mismo glorificado, según un consejo eterno, que no podía ser alterado. Y en cuanto al acto del pueblo, en ellos fue un acto de horrible pecado y locura. La resurrección de Cristo eliminó el reproche de su muerte; Pedro habla ampliamente de esto. Cristo era el Santo de Dios, santificado y apartado para su servicio en la obra de la redención. Su muerte y sus sufrimientos debían ser, no sólo para él, sino para todos los suyos, la entrada a una vida bendita para siempre. Este acontecimiento había tenido lugar como se había predicho, y los apóstoles eran testigos. La resurrección no se basó sólo en esto; Cristo había derramado sobre sus discípulos los dones milagrosos y las influencias divinas, de las que fueron testigos de los efectos. A través del Salvador, se dan a conocer los caminos de la vida; y se nos anima a esperar la presencia de Dios y su favor para siempre. Todo esto surge de la creencia segura de que Jesús es el Señor y el Salvador ungido.

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