1-14 Dios les recuerda a los judíos los pecados que trajeron desolaciones sobre Judá. Nos toca advertir a los hombres del peligro del pecado con toda seriedad: ¡Oh, no lo hagas! Si amas a Dios, no lo hagas, porque le está provocando; si amas a tus propias almas, no lo hagas, porque es destructivo para ellas. Que la conciencia haga esto por nosotros en la hora de la tentación. Los judíos que Dios envió a la tierra de los caldeos estaban allí, por el poder de la gracia de Dios, destetados de la idolatría; pero aquellos que fueron por su propia voluntad perversa a la tierra de los egipcios, estaban más apegados que nunca a sus idolatrías. Cuando nos empujamos sin causa o llamamos a lugares de tentación, es justo con Dios dejarnos solos. Si caminamos en contra de Dios, él caminará en contra de nosotros. Las más terribles miserias a las que están expuestos los hombres, son ocasionadas por el descuido de la salvación ofrecida.

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