1-6 No es una novedad que aquellos a quienes Cristo ama estén enfermos; las afecciones corporales corrigen la corrupción y ponen a prueba las gracias del pueblo de Dios. Él no vino a preservar a su pueblo de estas aflicciones, sino a salvarlos de sus pecados y de la ira venidera; sin embargo, nos corresponde acudir a Él en favor de nuestros amigos y parientes cuando están enfermos y afligidos. Que esto nos reconcilie con los tratos más oscuros de la Providencia, que son todos para la gloria de Dios: la enfermedad, la pérdida, la decepción, lo son; y si Dios es glorificado, debemos estar satisfechos. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Las familias son muy favorecidas en las que abundan el amor y la paz; pero son más felices aquellas que Jesús ama, y por las que es amado. Ay, que esto no suele ocurrir con todas las personas, ni siquiera en las familias pequeñas. Dios tiene intenciones bondadosas, incluso cuando parece demorarse. Cuando la obra de liberación, temporal o espiritual, pública o personal, se retrasa, no hace más que quedarse para el momento oportuno.

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