33-37 No hay razón para considerar que los juramentos solemnes en un tribunal de justicia, o en otras ocasiones apropiadas, sean malos, siempre que se hagan con la debida reverencia. Pero todos los juramentos prestados sin necesidad, o en una conversación común, deben ser pecaminosos, así como todas aquellas expresiones que son apelaciones a Dios, aunque las personas piensen que así evaden la culpa de jurar. Cuanto peores son los hombres, menos están obligados a jurar; cuanto mejores son, menos los necesitan. Nuestro Señor no ordena los términos precisos en los que debemos afirmar o negar, sino un respeto constante a la verdad que haga innecesarios los juramentos.

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