1-5 Cuando se hace mal bajo la forma de la ley, es peor que cualquier otro; especialmente es doloroso contemplar a aquellos que profesan ser hijos de Dios, uniéndose contra cualquiera de su pueblo. Debemos agradecer al Señor por las restricciones misericordiosas; deberíamos ser más fervientes en la búsqueda de la gracia renovadora, más vigilantes con nosotros mismos y más pacientes bajo los efectos de la naturaleza caída en otros. La corrupción de su naturaleza era la raíz de la amargura. Podemos ver en los niños la maldad del comienzo del mundo. Se desvían de Dios y de su deber lo antes posible. ¡Y cuán pronto los niños pequeños mentirán! Es nuestro deber esforzarnos por enseñarles y, sobre todo, orar fervientemente por la gracia de conversión para que nuestros hijos sean nuevas criaturas. Aunque el veneno esté dentro, se puede evitar que gran parte se filtre para dañar a otros. Cuando las palabras del Salvador son debidamente consideradas, la serpiente se vuelve inofensiva. Pero aquellos que se niegan a escuchar la sabiduría celestial, deben perecer miserablemente para siempre.

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