Jesús alzó los ojos, no como si solicitara ayuda a su Padre. No hay el menor espectáculo de esto. Obtuvo el milagro con un aire de absoluta soberanía, como el Señor de la vida y la muerte. Pero fue como si hubiera dicho, te agradezco, que por la disposición de tu providencia, has concedido mi deseo, en esta notable oportunidad de ejercer mi poder y mostrar tu alabanza.

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