Dios mío, que eres mi amigo y padre, aunque ahora me miras con mala cara. La repetición denota, la profundidad de su angustia, que lo hizo llorar con tanta vehemencia. Abandonado - Quitó la luz de tu rostro, los apoyos y consuelos de tu espíritu, y me llenó con los terrores de tu ira: esto fue verificado en parte en David, pero mucho más plenamente en Cristo. Rugiendo - Mis gritos - arrancados de mí, por mis miserias.

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