Ve dos ángeles, vestidos de blanco.

No es seguro que al principio supiera que eran ángeles; estaba estupefacta casi de dolor, y tenían apariencia de hombres, como el ángel visto por las otras mujeres a las que no había visto desde que corrió por Pedro y Juan. Ellos le preguntaron,

¿Por qué lloras?

y su respuesta muestra que la piedra que rodó de la puerta del sepulcro no ha sido quitada de su corazón; "Porque se han llevado a mi Señor y no saben dónde lo han puesto". Para ella, todavía, el tabernáculo roto de barro colocado en la tumba, es su Señor.

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