Ver. 32. "Pero de aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. 33. Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo. Is. 34. Porque el Hijo del hombre es un hombre que partía lejos, que salió de su casa y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su trabajo, y mandó al portero que velara. 35. Velad, pues, porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si a la tarde, o a medianoche, o al canto del gallo, o por la mañana: 36. No sea que viniendo de repente os encuentre durmiendo. 37. Y lo que os digo, lo digo a todos. - Reloj."

Teofilacto: El Señor queriendo evitar que sus discípulos pregunten acerca de ese día y hora, dice: "Pero de ese día y esa hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre".

Porque si les hubiera dicho: Lo sé, pero no os lo revelaré, no poco los habría entristecido; pero actuó más sabiamente, y les impide hacer tal pregunta, para que no lo molesten, diciendo, ni los ángeles, ni yo.

Hilary, de Trin., ix: Esta ignorancia del día y la hora se aduce contra el Dios Unigénito, como si el Dios nacido de Dios no tuviera la misma perfección de naturaleza que Dios. Pero primero, dejemos que el sentido común decida si es creíble que Él, que es la causa de que todas las cosas sean y sean, ignore alguna de todas estas cosas. Porque ¿cómo puede estar más allá del conocimiento de esa naturaleza, por la cual y en la cual está contenido lo que se debe hacer? ¿Y puede ignorar ese día, que es el día de su propio Adviento? Las sustancias humanas saben de antemano, en la medida de lo posible, lo que se proponen hacer, y el conocimiento de lo que se debe hacer, sigue a la voluntad de actuar.

Entonces, ¿cómo puede creerse que el Señor de gloria, por ignorancia del día de su venida, es de esa naturaleza imperfecta, que tiene la necesidad de venir, y no ha alcanzado el conocimiento de su propio advenimiento?

Pero, de nuevo, ¡cuánto más lugar habrá para la blasfemia, si se atribuye un sentimiento de envidia a Dios Padre, por haber negado el conocimiento de su bienaventuranza a Aquel a quien había dado por anticipado su muerte! Pero si en Él están todos los tesoros del conocimiento, Él no ignora este día; más bien debemos recordar que los tesoros de sabiduría en Él están escondidos; Su ignorancia, por lo tanto, debe estar relacionada con el ocultamiento de los tesoros de sabiduría, que están en Él.

Porque en todos los casos en que Dios se declara ignorante, no está bajo el poder de la ignorancia, sino que o no es tiempo de hablar, o es economía de no obrar.

Pero si se dice entonces que Dios sabía que Abraham lo amaba, cuando no ocultó ese conocimiento a Abraham, se sigue que se dice que el Padre conoció el día, porque no se lo ocultó al Hijo. Si, pues, el Hijo no supo el día, es sacramento de su silencio, como por el contrario se dice que sólo el Padre lo sabe, porque no calla. Pero Dios no permita que cualquier cambio nuevo y corporal sea atribuido al Padre o al Hijo.

Por último, para que no se diga que es ignorante por debilidad, ha añadido inmediatamente: "Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo".

Pseudo-Jerónimo: Porque debemos velar con nuestras almas antes de la muerte del cuerpo.

Teofilacto: Pero Él nos enseña dos cosas, velar y orar; porque muchos de nosotros velamos, pero velamos sólo para pasar la noche en la maldad; Él ahora continúa esto con una parábola, diciendo: "Porque el Hijo del Hombre es como un hombre que parte de un largo viaje, que salió de su casa, y dio a sus siervos poder sobre toda obra, y mandó al portero que velara".

Beda: El hombre que partiendo de un largo camino dejó su casa es Cristo, quien ascendiendo como vencedor a su Padre después de la Resurrección, dejó a su Iglesia, como a su presencia corporal, pero nunca la privó de la salvaguardia de su presencia divina.

Greg, Hom in Evan, 9: Porque la tierra es propiamente el lugar de la carne, que fue como llevada a un país lejano, cuando nuestro Redentor la colocó en los cielos. "Y dio a sus siervos poder sobre toda obra", cuando, al dar a sus fieles la gracia del Espíritu Santo, les dio el poder de servir en toda buena obra.

También ha mandado velar al portero, porque ha mandado a la orden de los pastores que tengan cuidado de la Iglesia que les es encomendada. Pero no sólo los que gobernamos Iglesias, sino todos estamos obligados a vigilar las puertas de sus corazones, para que no entren en ellas las malas sugestiones del demonio, y nuestro Señor no nos encuentre dormidos.

Por lo cual, concluyendo esta parábola, añade: Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si a la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o por la mañana, no sea que viniendo de repente os halle durmiendo.

Pseudo-Jerónimo: Porque el que duerme no aplica su mente a los cuerpos reales, sino a los fantasmas, y cuando despierta, no posee lo que ha visto; así también son aquellos a quienes el amor de este mundo se apodera en esta vida; abandonaron después de esta vida lo que soñaban era real.

Teofilacto: Mira de nuevo que Él no ha dicho, no sé cuándo será el tiempo, sino, "Vosotros no lo sabéis". Porque la razón por la cual lo ocultó fue que era mejor para nosotros; porque si, ahora que no sabemos el final, somos descuidados, ¿qué haríamos si lo supiéramos? Debemos continuar con nuestra maldad hasta el final. Prestemos atención, pues, a sus palabras; porque el fin llega en la tarde, cuando un hombre muere en la vejez; a medianoche, cuando muera en medio de su juventud; y al canto del gallo, cuando nuestra razón es perfecta dentro de nosotros; porque cuando un niño comienza a vivir de acuerdo con su razón, entonces el gallo grita fuerte dentro de él, despertándolo del sueño de los sentidos; pero la edad de la niñez es la mañana. Ahora todas estas edades deben buscar el final; porque aun un niño debe ser vigilado, no sea que muera sin ser bautizado.

Pseudo-Jerónimo: Así concluye su discurso, que los últimos oigan de los primeros este precepto que es común a todos; por lo que añade: "Pero lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: Velad".

Agustín, Epist., 199, 3: Porque Él no sólo habla a aquellos a cuyos oídos habló entonces, sino también a todos los que vinieron después de ellos, antes de nuestro tiempo, e incluso a nosotros, y a todos después de nosotros, incluso a Su ultima venida pero ¿encontrará aquel día a todos los vivos, o dirá alguno que habla también a los muertos, cuando dice: Velad, no sea que cuando venga, os halle durmiendo?

¿Por qué, pues, dice a todos lo que sólo es de los que entonces vivirán, si no es que es de todos, como he dicho? Porque ese día le llega a cada hombre cuando le llega el día de partir de esta vida tal como ha de ser, cuando sea juzgado en ese día, y por esta razón todo cristiano debe velar, no sea que el Advenimiento del Señor lo encuentre desprevenido; pero ese día lo encontrará desprevenido, a quien el último día de su vida encontrará desprevenido.

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