todos le dicen: ¡Que sea crucificado ! Ya no se trata ni siquiera de una demostración de legalidad o justicia: la clemencia tradicional está completamente olvidada; la multitud fanática, agolpándose alrededor de las puertas del Pretorio, al que no pueden entrar, se une con gesticulaciones excitadas en un fuerte y furioso clamor por la sangre de Jesús.

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