El sacrificio ha sido ofrecido. La fe la considera aceptada, y en su aceptación ve la promesa de la victoria. Ahora se escucha la voz de un sacerdote, o profeta, o posiblemente del rey mismo, proclamando esta confianza ( Salmo 20:6 ), y profesando para él y el pueblo su confianza en Jehová solamente ( Salmo 20:7 ).

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