A ti clamaré, oh SEÑOR, roca mía; no me calles; no sea que si callas, yo venga a ser como los que han bajado a la fosa. Oye la voz de mis súplicas, cuando a ti clamo, cuando alzo mis manos hacia tu santo oráculo ( Salmo 28:1-2 ).

Así David en su oración tuvo esos momentos en los que levantaba sus manos hacia Dios.

No me arrastres con los impíos y con los que hacen iniquidad, que hablan paz a su prójimo, pero el mal está en su corazón. Dadles conforme a sus obras, conforme a la maldad de sus obras; dadles conforme a la obra de sus manos; dales su justo postre. Por cuanto no consideraron las obras de Jehová, ni la operación de tus manos, las destruirás y no las edificarás.

Bendito sea el SEÑOR, porque ha oído la voz de mis oraciones. El SEÑOR es mi fuerza y ​​mi escudo; mi corazón confió en él, y fui ayudado; por tanto, mi corazón se gozó en gran manera; y con mi canto lo alabaré. El SEÑOR es su fortaleza, y él es la fortaleza salvadora de su ungido. Salva a tu pueblo, y bendice tu heredad; aliméntalos también, y levántalos para siempre ( Salmo 28:3-9 ). "

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