Y se fue otra vez al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan bautizaba por primera vez; y se quedó allí. Y muchos vinieron a él, y decían: "Juan no hizo ninguna señal; pero todo lo que Juan dijo acerca de este hombre es verdad". Y entonces muchos creyeron en él.

Para Jesús el tiempo se acababa; pero él sabía su hora. No buscaría imprudentemente el peligro ni desperdiciaría su vida; ni por cobardía evitaría el peligro para salvar su vida. Pero deseaba tranquilidad antes de la lucha final. Siempre se armó para encontrarse con los hombres encontrándose primero con Dios. Por eso se retiró al otro lado del Jordán. No estaba huyendo: se estaba preparando para el concurso final.

El lugar al que fue Jesús es el más significativo. Fue al lugar donde Juan solía bautizar, el lugar donde él mismo había sido bautizado. Fue allí que la voz de Dios había llegado a él y le aseguró que había tomado la decisión correcta y que estaba en el camino correcto. Hay mucho que decir para un hombre que regresa de vez en cuando al lugar donde tuvo la experiencia suprema de su vida.

Cuando Jacob se enfrentó a eso, cuando las cosas habían salido mal y muy mal, volvió a Betel ( Génesis 35:1-5 ). Cuando necesitó a Dios, volvió al lugar donde lo había encontrado por primera vez. Jesús, antes del final, volvió al lugar donde había sucedido el principio. A menudo haría mucho bien a nuestras almas hacer un peregrinaje al lugar donde encontramos a Dios por primera vez.

Incluso al otro lado del Jordán, los judíos se acercaron a Jesús y también pensaron en Juan. Se acordaron de que había hablado con palabras de profeta; pero no había hecho proezas. Vieron que había una diferencia entre Jesús y Juan. A la proclamación de Juan, Jesús añadió el poder de Dios. John podía diagnosticar la situación; Jesús trajo el poder para hacer frente a la situación. Estos judíos habían considerado a Juan como un profeta; ahora vieron que lo que Juan había dicho de Jesús era verdad, y muchos de ellos creyeron.

A menudo sucede que un hombre para quien se pinta un gran futuro, y que parte con las esperanzas de los hombres puestas en él, decepciona ese futuro y desmiente estas esperanzas. Pero Jesús fue aún más grande de lo que Juan había dicho que sería. Jesús es la única persona que nunca defrauda a los que ponen sus esperanzas en él. En él el sueño siempre se hace realidad.

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