Esta es la verdad que os digo: el Hijo no puede hacer nada que proceda de sí mismo. Sólo puede hacer lo que ve hacer al Padre. De cualquier manera que actúe el Padre, así también actúa el Hijo; porque el Padre ama al Hijo, y le ha mostrado todo lo que hace. Y él le mostrará obras mayores que estas, de modo que os asombraréis.

Este es el comienzo de la respuesta de Jesús a la acusación de los judíos de que se estaba igualando a Dios. Él establece tres cosas acerca de su relación con Dios.

(i) Deja su identidad con Dios. La verdad sobresaliente acerca de Jesús es que en él vemos a Dios. Si deseamos ver cómo se siente Dios ante los hombres, si deseamos ver cómo reacciona Dios ante el pecado, si deseamos ver cómo considera Dios la situación humana, debemos mirar a Jesús. La mente de Jesús es la mente de Dios; las palabras de Jesús son las palabras de Dios; las acciones de Jesús son las acciones de Dios.

(ii) Esta identidad no se basa tanto en la igualdad como en la completa obediencia. Jesús nunca hizo lo que quería hacer, sino siempre lo que Dios quería que hiciera. Es porque su voluntad se sometió completamente a la voluntad de Dios que vemos a Dios en él. Jesús es para Dios como nosotros debemos ser para Jesús.

(iii) Esta obediencia no se basa en la sumisión al poder; se basa en el amor. La unidad entre Jesús y Dios es una unidad de amor. Hablamos de dos mentes que tienen un solo pensamiento y dos corazones que laten como uno solo. En términos humanos, esa es una descripción perfecta de la relación entre Jesús y Dios. Hay una identidad tan completa de mente, voluntad y corazón que Padre e Hijo son uno.

Pero este pasaje tiene algo más que decirnos acerca de Jesús.

(i) Nos habla de su completa confianza. Está bastante seguro de que lo que los hombres estaban viendo entonces era sólo un comienzo. En términos puramente humanos, lo único que Jesús podía razonablemente esperar era la muerte. Las fuerzas de la ortodoxia judía se estaban reuniendo contra él y el final ya estaba asegurado. Pero Jesús estaba bastante seguro de que el futuro estaba en manos de Dios y que los hombres no podían detener lo que Dios le había enviado a hacer.

(ii) Habla de su completa intrepidez. Que sería malinterpretado era seguro. Que sus palabras inflamarían las mentes de sus oyentes y pondrían en peligro su propia vida estaba fuera de discusión. No hubo ninguna situación humana en la que Jesús rebajaría sus afirmaciones o adulteraría la verdad. Haría su reclamo y diría su verdad sin importar lo que los hombres pudieran amenazar con hacer. Para él era mucho más importante ser fiel a Dios que temer a los hombres.

Vida, Juicio Y Honra ( Juan 5:21-23 )

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