18. Seré un Padre para ti. Esta promesa no se produce simplemente en un pasaje, sino que se repite en varios casos. Pablo lo ha agregado con este punto de vista, que el reconocimiento del gran honor al que Dios nos ha exaltado, podría ser un motivo para despertarnos a un deseo más ardiente de santidad. Porque cuando Dios ha restaurado su Iglesia que él ha reunido de naciones profanas, su redención es atendida con este fruto, que los creyentes son vistos como sus hijos e hijas. No es un honor común que seamos considerados entre los hijos de Dios: pertenece a nosotros nos toca cuidarnos, que no nos demostremos ser hijos degenerados para él. ¡Por qué daño le hacemos a Dios, si mientras lo llamamos padre, nos contaminamos con abominaciones de ídolos! Por lo tanto, la idea de la alta distinción a la que nos ha elevado, debe despertar nuestro deseo de santidad y pureza.

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