REFLEXIONES

¡Qué eterna alabanza tiene la Iglesia de Dios para ofrecer, a los autores conjuntos de tan inefable gracia y favor, como se da a la Iglesia, en Jesucristo! Bendito sea para siempre Dios Padre, que entregó a su amado Hijo como alianza para el pueblo; y lo escuchó y lo socorrió en el día de la salvación. Y bendito sea para siempre Dios el Hijo, que ha dado el tiempo aceptado y el día de la salvación a su Iglesia, durante todo su tiempo, sobre la tierra.

Y bendito sea Dios Espíritu Santo, que no sólo hace que el pueblo del Señor quiera en el día de su poder; pero en la infinita condescendencia de su gracia, hace de sus cuerpos su templo. ¡Oh! ¡Señor el Espíritu! me das a conocer y vivir bajo tus agradables moradas, de día en día. No me permitas estar en yugo desigual con los incrédulos. Porque así como Cristo no se ha reconciliado con Belial, así no participe mi alma en las obras infructuosas de las tinieblas.

¡Oh! para que la gracia sea separada, para que cada día, cada hora, pueda disfrutar de la asombrosa gracia, al tener el conocimiento y el disfrute de Dios como mi Padre, y vivir, entre el Uno y las hijas del Señor Todopoderoso.

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