2. Con toda humildad. Ahora desciende a detalles, y antes que nada menciona la humildad. La razón es que estaba a punto de entrar en el tema de la Unidad, en el cual la humildad es el primer paso. Esto nuevamente produce mansedumbre, lo que nos predispone a soportar a nuestros hermanos, y así preservar esa unidad que de otro modo se rompería cien veces en un día. Recordemos, por lo tanto, que, al cultivar la bondad fraternal, debemos comenzar con humildad. ¿De dónde viene la grosería, el orgullo y el lenguaje desdeñoso hacia los hermanos? ¿De dónde vienen las disputas, los insultos y los reproches? ¿No vienen de esto, que cada uno lleva su amor a sí mismo, y su respeto a sus propios intereses, en exceso? Al dejar de lado la arrogancia y el deseo de complacernos, seremos mansos y gentiles, y adquiriremos esa moderación de temperamento que pasará por alto y perdonará muchas cosas en la conducta de nuestros hermanos. Observemos cuidadosamente el orden y la disposición de estas exhortaciones. No servirá de nada inculcar la paciencia hasta que la ferocidad natural haya sido sometida y se haya adquirido suavidad; y será igualmente vano hablar de mansedumbre, hasta que hayamos comenzado con humildad.

Soportándonos unos a otros en el amor. Esto concuerda con lo que se enseña en otras partes, que "el amor sufre mucho y es amable". (1 Corintios 13:4.) Donde el amor es fuerte y prevalente, realizaremos muchos actos de paciencia mutua.

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