Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia. - Ver Colosenses 3:12 , donde se Colosenses 3:12 las mismas tres cualidades, pero que se presentan con “compasión y bondad”. Parecen corresponder casi exactamente a la primera, tercera y quinta bienaventuranzas del Sermón de la Montaña, en las que el principio del amor se manifiesta en diversas formas (como en las otras bienaventuranzas el principio de justicia): “Bienaventurados los pobres de espíritu "; "Bienaventurados los mansos;" “Bienaventurados los misericordiosos.

”La palabra“ humildad de espíritu ”es usada por San Pablo solo en las Epístolas de la Cautividad ( Filipenses 2:3 ; Colosenses 2:18 ; Colosenses 2:23 ; Colosenses 3:12 ) y en el discurso a los presbíteros de Efeso. ( Hechos 20:19 ).

Es, de hecho, una palabra nueva acuñada en la terminología cristiana, e incluso la raíz de la que proviene es utilizada mayoritariamente por los moralistas paganos en un mal sentido (de mezquindad y servidumbre), del cual todavía hay un rastro en Colosenses 2:18 . La "mansedumbre" es principalmente "mansedumbre" - "el espíritu manso y apacible" ( 1 Pedro 3:4 ) - el fruto natural, aunque no invariable, de la humildad, que gana almas por su misma ausencia de amarga autoafirmación, y así "Heredar la tierra". La “paciencia” es la manifestación de tal mansedumbre, con algo de especial esfuerzo y lucha, al soportar el daño.

(2) Efesios 4:7 pasa de la unidad de la Iglesia a la diversidad de gracias y oficios en sus miembros, siendo todos dones del Señor ascendido, y resultado de esa mediación universal que lo llena todo.

(2) De esta descripción general de la regeneración del alma de la muerte del pecado, en el Señor Jesucristo, San Pablo pasa ahora a ocuparse de los deberes morales especiales ( Efesios 4:25 ) - la Efesios 4:25 de falsedad, ira, deshonestidad e impureza, que son los cuatro pecados típicos prohibidos en los cuatro mandamientos generales de la segunda tabla: el noveno, el sexto, el octavo y el séptimo.

Pero trata a todos con una peculiaridad de trato marcada y sorprendente: en relación con el gran principio de unidad en Cristo, más que en relación con la propia naturaleza del hombre o su responsabilidad individual para con Dios. En este tratamiento muestra la vívida aplicación práctica de la doctrina característica de esta epístola.

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