13. Ustedes han sido llamados a la libertad. Ahora procede a mostrar de qué manera debe usarse la libertad. En el curso de exponer la Primera Epístola a los Corintios, hemos señalado que la libertad es una cosa, y que su uso es otra. La libertad yace en la conciencia y mira a Dios; su uso radica en asuntos externos, y trata no solo con Dios, sino con los hombres. Habiendo exhortado a los gálatas a no sufrir una disminución de su libertad, ahora les ordena que sean moderados en su uso, y establece como regla para el uso lícito, que no se convierta en pretexto u ocasión para el libertinaje. La libertad no se otorga a la carne, que debería ser mantenida cautiva bajo el yugo, sino que es un beneficio espiritual, que solo las mentes piadosas son capaces de disfrutar.

Pero por amor. El método aquí explicado para restringir la libertad de estallar en abusos amplios y licenciosos es regular el amor. Recordemos siempre que la pregunta presente no es, de qué manera somos libres ante Dios, sino de qué manera podemos usar nuestra libertad en nuestra relación con los hombres. Una buena conciencia no se somete a la esclavitud; pero practicar la esclavitud externa o abstenerse del uso de la libertad no conlleva ningún peligro. En una palabra, si "por amor nos servimos los unos a los otros", siempre tendremos en cuenta la edificación, de modo que no crezcamos sin sentido, sino que usemos la gracia de Dios para su honor y la salvación de nuestro prójimo.

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