23. Contra tal no hay ley. Algunos entienden que estas palabras significan simplemente que la ley no está dirigida contra las buenas obras, "de los malos modales han surgido buenas leyes". Pero el verdadero significado de Paul es más profundo y menos obvio; a saber, que, donde reina el Espíritu, la ley ya no tiene ningún dominio. Al moldear nuestros corazones a su propia justicia, el Señor nos libera de la severidad de la ley, de modo que nuestra relación con él mismo no esté regulada por su pacto, ni por nuestras conciencias vinculadas por su sentencia de condena. Sin embargo, la ley continúa enseñando y exhortando, y por lo tanto realiza su propio oficio; pero nuestra sujeción a ella es retirada por el Espíritu de adopción. De este modo, ridiculiza a los falsos apóstoles, quienes, mientras imponían la sujeción a la ley, no estaban menos ansiosos por liberarse de su yugo. La única forma, nos dice, en que esto se logra, es cuando el Espíritu de Dios obtiene el dominio, de lo cual se nos lleva a concluir que no tenían en cuenta la justicia espiritual.

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