33. Se cortaron en soldador. Los sacerdotes debieron haberse conmovido a fondo, aunque habían tenido corazones de hierro, pero estallaron. (280) De donde deducimos que ninguna razón puede prevalecer con los reprobados, para llevarlos a la obediencia a Cristo; porque a menos que Dios hable dentro, la doctrina externa no podrá hacer nada más que vencer a los autos. Los apóstoles fueron capaces de vencer a sus enemigos, de modo que no deberían haber tenido una sola palabra que decir; pero su furia era tan indómita y desenfrenada que prefieren volverse locos. Sin embargo, debemos notar la fuerza de la palabra, porque aunque los reprobados no se cambian de ese modo, para que puedan mejorar, sin embargo, penetra en sus corazones, de modo que urge a sus conciencias; porque de allí brota su furia, porque se vieron a sí mismos (281) instados por su juez. Con gusto se burlarían de todo el evangelio, mientras intentan todo lo que pueden, para que puedan contarlo como nada; pero hay en la misma cierta majestad escondida, que ahuyenta poderosamente toda su delicadeza. (282) Y principalmente cuando son citados por el sonido de la trompeta para aparecer ante el tribunal de Dios, aparece su locura y furia.

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