30. Y Jehová hará que se escuche. Confirma lo que dijo anteriormente sobre el juicio de Dios sobre los asirios, y lo describe en sentido figurado, como es muy habitual tanto con él como con los otros profetas. Cuando Dios se demora y no castiga de inmediato al malvado, pensamos que está dormido o que no es poderoso, y que la duda y la incertidumbre lo distraen. Y si contemplamos algunos de sus juicios, sin embargo, tal es nuestra estupidez natural, o más bien nuestra ingratitud, que guardamos ante nosotros esas máscaras que nos impiden percibir la gloria de Dios; porque lo atribuimos a la fortuna, oa los planes, artilugios y fortaleza de los hombres, y nunca, a menos que nos veamos obligados, reconocer que le debemos algo a Dios.

El poder de su voz. (312) Por las razones ahora expuestas, el Profeta no estaba satisfecho con haber predicho una vez la venganza de Dios contra los asirios; pero también lo describe de manera viva y lo repite con gran seriedad. Él declara que la destrucción será tal que los hombres se verán obligados a escuchar "la voz de Dios"; es decir, reconocer su juicio y confesar que esta calamidad ha procedido de él, como si hubiera hablado abiertamente. El asunto, por lo tanto, puede resumirse así. El evento será tan manifiesto, que no habrá nadie que no entienda que esta calamidad provino de "la boca", es decir, del decreto de Dios.

Y el descenso de su brazo hará que sea visto. Comienza con "la voz de Dios", para que sepamos que dirige por su autoridad todo lo que se hace en la tierra. Sin embargo, al mismo tiempo, aplaude el poder de su doctrina, en la que era necesario que su pueblo confiara, para que el efecto pudiera mostrarse abiertamente en el momento adecuado. Pero a medida que la obra sigue rápidamente el decreto y la "voz de Dios", agrega "el descenso de su brazo". Estas dos cosas siempre deben estar juntas; porque no debemos imaginar que Dios es como los hombres, o que repentinamente emprende algo y luego lo deja defectuoso o incompleto. Lo que él ha decretado, él también lo ejecuta, y su mano nunca puede separarse de su boca. Por otro lado, no ejecuta nada al azar, pero todo debe haber sido decretado previamente, de modo que todos los castigos que inflige son tantas muestras de juicio justo.

Con diluvio y granizo. Esa venganza se ilustra, en la conclusión del versículo, con figuras, a fin de que su carácter fabuloso pueda llevar a los judíos de manera más alegre a elevar su fe en lo alto; porque les resultaba muy consolador saber que, aunque estaban muy afligidos, un juicio mucho más terrible pronto caería sobre sus enemigos. Y, sin embargo, no debemos soñar, como lo hacen los Rabbins, que los asirios fueron golpeados por un rayo, porque su conjetura es excesivamente frívola. Por el contrario, el Profeta sigue la costumbre ordinaria y, mediante estas comparaciones, describe el juicio de Dios, que nuestra prodigiosa dulzura nos hace demasiado lentos para comprender. Las conflagraciones, los rayos, las inundaciones y los diluvios son eventos algo inusuales y monstruosos, y por lo tanto producen una impresión más fuerte en nuestras propias mentes. Por esta razón, los profetas hacen una comparación de ellos, para que los hombres puedan percibir la mano terrible y vengativa de Dios contra los impíos.

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