23. A quien Jesús amaba. El peculiar amor con el que Cristo amaba a Juan testifica claramente que, si amamos a unos más que a otros, esto no siempre es incompatible con el amor fraternal; pero todo radica en esto, que nuestro amor se dirigirá hacia Dios, y que cada hombre, en la medida en que sobresalga en los dones de Dios, lo compartirá en mayor medida. De este extremo, Cristo nunca se apartó en el más mínimo grado; pero con nosotros el caso es muy diferente, porque tal es la vanidad de nuestra mente, que hay pocos que, en los hombres amorosos, se acercan más a Dios. Y, sin embargo, el amor de los hombres el uno hacia el otro nunca se regulará adecuadamente, a menos que se dirija a Dios.

Acuéstate en la mesa en el seno de Jesús. Lo que aquí relata John podría considerarse en la actualidad como indecoroso; pero tal era, en ese momento, la forma de ser colocado en la mesa; porque no se sentaron, como nosotros, a la mesa, sino que, después de haberse quitado los zapatos, se tumbaron medio estirados, reclinados en pequeños cojines.

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